Hace no mucho tiempo, hablando de las cosas en general, una noche de cualquier día en el que el plan era no tener plan supe, por vez primera, a través de mi partner musical a ritmo de “lo TIENES que escuchar”, que existía un grupo llamado VALINA. Y bueno, sí, llevan desde el año 1997 dejándose ver, pero oye aunque sus tres últimos largos han sido grabados con el señor Albini, tienen unos cuantos eps, más de lo mismo en cuanto a 7’’ se refiere y su trabajo es impecable, no habían llegado aun a mis oídos. Gran descubrimiento con el cual he podido tener el placer de ir impregnando mi ser, poco a poco, con el trabajo que a lo largo de estos años han ido sacando a la luz. No se nota que me gusta esta gente, ¿no? Cualquier loco del post-harcore que tenga un poco de gusto por la mandanga que pasa por Electrical Audio lo entendería perfectamente.
¿Y qué hacen, además, el señor Bogendorfer, el señor Huber y el señor Dürrschmid?, pues sacarse un discarral de la manga para que no tenga tiempo a aburrirme y, además, planear una gira Europea para otoño.
Claro, así, ¿quién no va a caer?
Después de sus tres primeros largos Into an Arsenal of Codes (2000), Vagabond (2003) y A tempo! A tempo! (2008) con los cuales la formación ya asentó su sonido en forma de bases solidas, aplastantes y progresivas melodías, líneas de bajo vertíginosas, cambios imposibles y la particular dinámica percutida (que no puede más que brillar por su jodida excelencia) publicó, el pasado Marzo, su cuarto proyecto titulado Container a través de Trost Records. El lp, que se compone de nueve cortes, se permite el lujo de seguir jugando con lo que venían haciendo hasta ahora pero con esos matices venidos de la capacidad del madurar. Un poco más luminoso, tal vez, al comienzo, pero sin duda, recorrer los nueve temas que componen este trabajo, significa abrir los sentidos a lo cotidianamente inusual. Cotidiano porque el sonido sigue conservando la identidad que caracteriza a esta gente, inusual porque hay que entender que hay un nosequé diferente en todas y cada una de las canciones del largo que hacen que el carácter guerrero de los tres primeros trabajos se transforme en una declaración abierta por el gusto por lo experimental.
Lo de la luminosidad queda clara al escuchar los primeros riffs de Opium days, canción elegida para abrir el largo. La guitarra se hace con el control del tema desde un principio, escupiendo una melodía rítmica que da fuerza y lucidez a la composición. Indudablemente se deja dar la mano por la compleja batería y la línea de bajo que actúa como un colchón sonoro imborrable. Coros dando el toque de calma seguida de tempestad que ellos mismos apagan cuando la canción por si sola lo pide para terminar. De este modo, seguir con Aileen es todo un acierto, pues, aunque de carácter algo más oscuro, al entrar en el epicentro de la historia de esta canción la progresión instrumental da la fuerza absoluta al estribillo que directamente deja la sensación de querer más en ese pequeño momento que precede al verso para volver a la carga con oleadas continuas de sonido.
The frame se proclama en tercer lugar, siendo por si sola un himno perfecto a la simplicidad, sorprendiendo precisamente por ser todo lo contrario a lo que nos tiene acostumbrado el trio eligiendo ejecutar el tema con melodías suaves y un tempo marcado por una batería y líneas de bajo sencillas que enlazan, de manera totalmente pensada y épica con Don’t you dare to scare me, Empty Wallet un golpe complejo y absoluto de fuerza como si fuese un brutal mazazo que rompe la tranquilidad de The frame.
Tormenta experimental con The Grumbler, frente viento metal con la compañía inequívoca del (todopoderoso) bajo para poner la nota oscura y rabiosa al proyecto. Penny Banner otro claro ejemplo de canción-enlace con, esencialmente, un rebote marcado a ritmo de redoble que hace de entradilla a una poderosa World against your Secret contundente siendo una bola sonora dónde los tres instrumentos forman parte de una misma línea. Nada sobresale, nada toma la voz cantante hasta el momento de acompañar a la voz de Anatol dónde el juego rítmico se demarca para hacer que el verso se engrandezca por si mismo. Saxo abriendo la historia de The very Eye of the Night que evoca (esto es un suponer) las horas intempestivas de la madrugada en cualquier urbe del mundo. Una línea repetitiva en dos minutos de canción que prepara a nuestro inconsciente para el final de esta entrega con (The assasination of) Perito Moreno. Tema rápido y directo a lo más profundo del entendimiento de cualquiera. Más que una canción, una historia que más que con partes, tiene fases que dejan clara una línea narrativa con principio, desarrollo y (crudo) final.
No mucho más que decir, pues Container es, en definitiva, una gran sorpresa inesperada en concreto y gran golpe arrasador en general.
Paloma D.
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